24 marzo 2023 / 2 Nisan 5783
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9:50, 9:53, 9:56 – Agustina Galarraga (2010)

Espacio de Arte Muestras

TEXTO CURATORIAL

“9:50, 9:53, 9:56”

Generalmente se denominan obras testimoniales a aquellos trabajos que surgen de una experiencia particular y que son expresadas por quien, de una u otra forma, tuvo contacto directo con lo sucedido. Su valor principal radica en la necesidad de documentar una vivencia personal que colaborará con la construcción de una memoria colectiva. 

Cuando se eligen caminos artísticos, nos encontramos frente a un dilema donde uno se podría preguntar si sería adecuado evaluar estas producciones en tanto una obra artística. Creo que sería un error confundir y creer que un dolor profundo en el corazón y la necesidad de expresar ese sentimiento o una idea particular al respecto, pueda por sí sólo convertirse en una producción artística. Los testimonios de los sobrevivientes de muchas de las tragedias que ha vivido la humanidad, son indispensables. Hay que profundizar los esfuerzos para que se puedan seguir haciendo y compartiendo para que los demás podamos saber de primera mano aquello que vivieron. Sin embargo, no todos estos testimonios pueden tener un valor literario, lo mismo podría ser aplicable a todas las disciplinas artísticas.

En todos estos años que venimos trabajando en la recordación de lo sucedido el 18 de julio de 1994 en la Argentina desde la perspectiva arte y memoria, me sucedió encontrarme con propuestas que trabajaban el atentado a la AMIA, con un fuerte compromiso de quienes las hacían, pero que no lograban en algunos casos articularse como una propuesta singular.

Quizás toda esta introducción es para decir que lo que más me impactó de mi encuentro con Agustina fue su obra. Agustina Galarraga es una artista que partiendo de una dolorosa historia familiar pudo construir una idea esencial y llevarla a cabo a través de una instalación.

Esta obra congela tres momentos consecutivos de aquel fatídico día. Minutos antes, la explosión y minutos después. Esta secuencia, plantea lo inconmensurable que puede ser un instante y, como la tragedia rompe el orden natural del tiempo. Hay un tiempo que se detiene, que se transforma en un abismo incronometrable, separando para siempre el antes y el después. Casi con una mirada fotográfica, paraliza el tiempo, y a un ritmo de cámara lenta en tres movimientos, la artista nos muestra una escena desgarradora, impactante con elementos simples, movimientos mínimos y sutiles, y sin apelar a los golpes bajos. Agustina Galarraga realizó 85 bloques de cemento, utilizando un criterio personal y dividiendo a las víctimas por edades. Así construyó una especie de alfabeto, un mundo de individualidades, donde está muy presente la diversidad y la unicidad de cada uno. Al principio iban a representar los ladrillos de una pared pero los transformó esencialmente en la representación humana. Son estas pequeñas formas que en la primera instancia están apacibles, en la segunda vuelan quietas en el aire para estrellarse en la tercera y última etapa.

Estos objetos que construyó también pueden remitir a los tipos y tacos que se usaban hace mucho tiempo en las imprentas. Quizás es mera casualidad o conjetura, quizás, es solamente una excusa para contar algunos datos de la historia que unen a la artista con el atentado a la AMIA. Por supuesto que esto no le da más valor a la obra, pero me parece que la contextualiza y sobre todo no encuentro motivos para no referirme a ella.

Frente a la AMIA funcionaba la imprenta Chiesa – Galarraga, propiedad de Guillermo Galarraga y Humberto Chiesa. En el momento del atentado, en el negocio había cinco personas: Guillermo, Humberto, Adriana Mena, Fabio Bermúdez y Raúl Sánchez. Un segundo antes, Guillermo y Humberto estaban sentados hablando, sólo los separaba un escritorio. Adriana, que era la secretaria, seguramente escuchaba con atención, los dos operarios atendían sus obligaciones. Inexplicablemente la bomba produjo la suspensión del tiempo y un cráter interminable. Fue un segundo, donde la onda expansiva tiró a Humberto, a Raúl y a Adriana contra el fondo, y a Guillermo y a Fabio hacia fuera. Ese segundo detuvo el tiempo para siempre de Guillermo y Fabio, y dejó marcas sin tiempo a quienes les tocó sobrevivir. ¿Cómo un segundo puede ser tan determinante en la vida de una persona, de una familia y de una ciudad? Los familiares y amigos de los que fueron masacrados en ese lugar, también se quedaron sin tiempo para compartir con quienes querían, y tuvieron que aprender a vivir un nuevo tiempo. El tío de Agustina murió en el atentado y hoy la artista transformó su tiempo en una imagen poderosa que seguramente nos seguirá ayudando a transitar el tiempo de la memoria, la recordación y la exigencia de justicia. 

Elio Kapszuk – Director Espacio de Arte AMIA.

FICHA TÉCNICA

Título: 9:50, 9:53, 9:56

Artista: Agustina Galarraga

Fecha: 6 de julio al 30 de julio

Exhibida en Espacio de Arte AMIA

Se realizó un catálogo desplegable para esta muestra

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