
La invitación a exponer en este espacio de arte que me hizo su Director, Elio Kapszuk, precisamente durante el mes de julio, me honra y me emociona.
Haber sido elegida para realizar el Monumento a las Víctimas en el año 1995, conmemorando el primer aniversario del atentado, y que esa obra, “Memoria” esté emplazada en el cementerio de La Tablada, generó en mí un lazo muy fuerte con la gente de AMIA.
A partir de entonces compartí muchos proyectos con distintos sectores de esta comunidad que trabajan apostando a la vida, a la alegría, a generar con y para el otro.
AMIA no deja de convocarnos a los artistas para que los acompañemos en esta tenaz convicción de que lo único que se contrapone a la violencia es la solidaridad, la creatividad, la educación, y los artistas nos sentimos comprometidos y hermanados en esta apuesta.
Presento entonces algunas esculturas de gran formato, realizadas durante los últimos 10 años: Puentes, Paisajes, Laberintos.
Y una obra bastante particular; un libro de artista.
En general me propongo, algunas veces me acontece, acortar las distancias entre el arte y la vida: Durante el mes de febrero, estuve invitada a participar en una muestra de libros de artistas en una galería del barrio de Palermo. Yo tenía mi obra ya lista destinada a esta muestra, pero ocurrió que el día 1º de febrero apareció una pintada antisemita en la puerta de mi casa. Decía: “¡Aquí vive una judía! No la queremos en el barrio”.
En función de hacer una denuncia en la comisaría con algún documento que acredite que esta pintada era real, me hago sacar una foto por mi hijo Julián y mientras se hace la bajada a papel comienzo a mandar un correo electrónico a mis amigos.
En el Asunto del mail le puse “El Monstruo de mi Barrio” pensando en una nota que había escrito Sandra Russo, en el diario Página 12 la semana anterior, refiriéndose a la tragedia de Cromañón y esta interminable serie de dolores que venimos acumulando como sociedad, desde los desaparecidos de la dictadura, los dos atentados, Río Tercero, el hambre, las tragedias individuales ligadas a la corrupción o falta de justicia, etc. La nota hablaba de un monstruo, nunca satisfecho, siempre devorando vidas. Este correo incluía la foto de la pintada, más una frase que decía: “Quisiera compartir con ustedes mi impotencia y estupor ante el mensaje que apareció en el portón de mi casa hoy a la mañana. No bajemos la guardia, gente, que el monstruo goza de buena salud”. Inmediatamente mis amigos se lo reenviaron a sus amigos y éstos a sus amigos y dos horas más tarde, y durante alrededor de un mes fui recibiendo alrededor de 30 correos diarios de gente indignada, alerta, solidaria, que compartía sus experiencias conmigo, que me ofrecía un teléfono, que me fuera a vivir a su casa, un contacto profesional, e infinita variedad de manifestaciones de apoyo. Aturdida, conmovida, empecé a imprimir esos mensajes, y junto con lo que era la documentación más “formal” del hecho (denuncias, declaraciones, notas en los diarios, etc.), armé un libro -que hoy tiene tres tomos- pensando que mi “libro de artista” de esos días era ése, al que titulé “El Monstruo de mi Barrio” y lo expuse en la muestra. Hoy lo traigo a AMIA para compartirlo con ustedes, invitándolos a continuar esta obra colectiva.
MARIANA SCHAPIRO