
Las obras expuestas en el Espacio de Arte AMIA forman parte de lo que denominé “Serie Cósmica“. Trabajo en la misma desde hace 15 años y en su origen fueron imágenes relacionadas con la mitología celeste, interactuando con paisajes urbanos.
El cielo constelado, donde infinitos puntos estelares sirven para generar imágenes, como en esos diagramas infantiles donde se propone al niño seguir la secuencia de puntos para que se devele la figura, eran utilizados para contraponerlos a la dura geometría de los diagramas y circuitos ciudadanos, el tejido urbano era visto a través de la urdimbre celeste, en perspectivas a vuelo de pájaro.
Lecturas de textos científicos provenientes de la física cuántica y teorías sobre el origen del universo, fueron aportando imágenes para nuevas obras, imágenes que no pretenden representar lo fenoménico sino traducir construcciones mentales. Las obras se fueron despojando de su carga mitológica y aparecieron superficies realizadas de forma muy aleatoria combinadas con estructuras geométricas.
Las series están resueltas en diferentes técnicas, basadas en ideas y conceptos que se concretan en el formato más adecuado.
La relación y similitud de formas entre lo macro y lo micro también generó parte de la serie, la coincidencia formal entre un circuito electrónico de un reloj pulsera y los gigantescos dibujos precolombinos de la meseta de Nazca, un modem de computadora y una ciudad vista desde el espacio, etc.
Otra variante temática fue la titulada “círculos y circuitos”, donde en soportes circulares de diversos diámetros se hacía referencia a las similitudes entre circuitos viales, sanguíneos, electrónicos, creando universos imaginarios.
También imágenes provenientes de diseños fractales o atractores surgidos de la teoría del caos se insertan en los círculos, creando ambiguas visiones espaciales.
Las últimas obras hacen referencia a imágenes satelitales de lugares emblemáticos del planeta tierra, Guantánamo, Amazonas, Copenhague, etc.
Las obras se inician con un fondo tratado de forma aleatoria donde el pigmento circula por la superficie de la tela, generando formas similares a las observadas satelitalmente; luego contraponiéndose a esa representación de la naturaleza, las arquitecturas e intervenciones del ser humano sobre el territorio.
Nuevamente la mirada a vuelo de pájaro nos advierte que todo está bajo control, que somos observados.
Los satélites saben qué sembró el campesino, cuánto cosechó y cuál es el impuesto que debe pagar. Algunos intentan ocultar parte de la cosecha bajo los árboles, son tan ingenuos como nosotros.
Ernesto Pablo Pesce